
Los vinos monovarietales suponen una puesta en escena del gusto de los consumidores por un tipo de variedad de uva para su vino.. Es mucho más fácil de reconocer y, por lo tanto, de saber que estará en la línea de lo que se desea adquirir.
Cuando uno se decide a comprar un producto de forma repetida es porque le gusta, le convence, se siente reconfortado con lo que le ofrece. La experiencia me dicta que siempre compro un tipo de polo para vestir, porque me gusta su diseño, su textura, su comodidad y porque creo que me queda bien.
En el vino como en cualquier producto gastronómico o de alimentación pasa lo mismo. Cuando a uno nos gusta comprar una marca en concreto de pasta o un tipo de carne o pescado es porque cumple con nuestra expectativa.
Las marcas de vinos son muchas. Sólo en España hay más de 4.000 bodegas. Si tuviéramos que multiplicar por la cantidad de marcas, referencias como se conoce en el sector, nos da un número difícil de calcular. Se imaginan tener que conocer 16.000 vinos. Eso sería sólo 4 vinos por bodega. Algo impensable. Son muchos más.
Los vinos monovarietales facilitan la identificación de una variedad de uva con los gustos del consumidor. A lo largo de la historia han sido muchos los vinos elaborados en altos porcentajes por una variedad, pero no era la única. Ahora sí. La recuperación de algunas variedades autóctonas se ha potenciado gracias a esto.
Un vino de estas características está elaborado a partir del 100% de ese varietal. El consumidor está empezando a experimentar que le gusta el vino realizado con monastrell, cabernet sauvignon, syrah, verdejo, sauvignon blanc,… Además de la marca, si no la encontramos buscamos un tipo de vino con una variedad que nos guste.